Y cuando ayunéis, no aparezcáis tristes, como los hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya tienen su recompensa.
Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
(Mateo VI, 16-18)
El ayuno era una costumbre general de aquel tiempo, y Jesús lo da por sentado.
El ayuno, como lo interpretan hoy en día los que tratan de llevar a la práctica científicamente la vida cristiana, consiste en abstenerse de ciertos pensamientos, sobre todo, de los pensamientos negativos o malos; pero en algunos casos es necesario, si deseamos tener resultados positivos, abstenemos de pensar por algún tiempo en la dificultad particular que nos inquieta. Hay ciertos problemas, casi siempre los que hemos repasado muchas veces en nuestra mente, que no se resuelven sino "sólo por medio de la plegaria y del ayuno". En tal caso es preferible afrontar la cuestión definidamente y después abandonarla por algún tiempo, o también, confiarla a otra persona que la considere en su justa medida mientras nosotros nos fijamos en otras cosas.
El ayuno físico resulta a veces eficaz para solucionar un problema, especialmente en el caso de lo que llamamos dificultades crónicas, pero debe ir acompañado de un tratamiento espiritual. Esto se debe al alto grado de concentración que puede lograrse durante la abstinencia.
Notemos que el versículo 18 es sustancialmente una repetición del 6. Cuando la Biblia repite algo de esta manera, es una indicación evidente de que se trata de un punto de importancia primordial.
El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
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