Por eso, cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselos vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
(Mateo VII, 12)
Éste es el precepto sublime que llamamos la Regla de Oro. Jesús formula de nuevo la Ley Suprema en un resumen conciso. Esta repetición sigue a la gran declaración de la Paternidad de Dios. Esa ley se origina en el hecho metafísico de que, fundamentalmente, somos todos uno, ya que cada uno de nosotros es una parte del Espíritu Infinito. Y porque somos todos uno, hacerle daño al otro equivale a dañarse a sí mismo, mientras que ayudar al otro es, en efecto, ayudarse a sí mismo. La paternidad de Dios nos hace aceptar también la condición de hermanos de los hombres y, espiritualmente la fraternidad es unidad. La comprensión de esta gran verdad contiene en sí cualquier otro conocimiento religioso; y es lo que la fraseología de antaño llamaba La ley y los profetas.
El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
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