EL PADRE NUESTRO
El Padre Nuestro es el más importante de todos los documentos cristianos. Fue concebido cuidadosamente por Jesús con ciertos fines muy precisos. Es por eso que el Padre Nuestro es la más conocida y citada de todas sus enseñanzas. En efecto, es el denominador común de todas las iglesias cristianas. Cada una, sin excepción, usa el Padre Nuestro, siendo tal vez el único terreno en el que todas coinciden. A cada niño cristiano se le enseña el Padre Nuestro, y cada cristiano que ora lo dice casi todos los días. Es probable que su uso exceda al de casi todas las oraciones juntas. El que trata de seguir el Camino trazado por Jesús debe sin duda usar el Padre Nuestro todos los días, y usarlo inteligentemente.
Para llevar a cabo esto, hemos de entender que el Padre Nuestro es una totalidad orgánica cuidadosamente organizada. Muchas personas la dicen rápidamente como loros, olvidando la advertencia de Jesús de que no incurriésemos en repeticiones vanas; y, por supuesto, así no es posible sacar ningún provecho de ella.
La Gran Oración es una fórmula compacta para el desarrollo del alma. Fue compuesta con infinito cuidado para ese fin, de manera que aquellos que la usen regularmente comprendiéndola, experimenten un verdadero cambio en el alma. No hay más progreso que este cambio, llamado en la Biblia "nacer de nuevo". Y es este cambio en el alma la única cosa que importa. La mera adquisición por la vía intelectual de conocimientos nuevos, no opera cambio alguno en el alma; el Padre Nuestro está preparado especialmente para efectuar ese cambio, y jamás deja de hacerlo cuando se usa regularmente.
Cuanto más se analiza el Padre Nuestro, tanto más maravillosa parece su construcción. Responde a la necesidad de cada persona en cualquier plano que se encuentre. No solamente ofrece un rápido desarrollo espiritual a aquellos que han avanzado lo bastante para captarlo, sino que también en su sentido superficial provee a los más sencillos y hasta a los más materialistas, lo que necesiten en el momento, con tal que usen la Oración sinceramente.
Esta oración, la más grande de todas, tiene aún otra finalidad no menos importante. Jesús previo que, en el curso de los siglos, su enseñanza sencilla y primitiva sería gradualmente cubierta por toda suerte de cosas exteriores que nada tienen que ver con ella. Previo que hombres que no le habían conocido, confiando, sinceramente sin duda, en su propia mente limitada, construirían teologías y sistemas doctrinales, ofuscando la simplicidad directa del mensaje espiritual, y en realidad levantando una muralla entre Dios y el hombre. El compuso la Oración de tal manera que pasaría a través de las edades sin sufrir alteración. La ordenó con acierto perfecto, a fin de que no pudiese ser torcida o distorsionada, ni adaptada a ningún sistema hecho por hombres; a fin de que llevase realmente dentro de sí todo el mensaje cristiano, y que sin embargo no presentase en la superficie nada que pudiera atraer la atención de los que tuvieran el hábito de cambiarlo todo. Así, a través de todas las vicisitudes de los siglos de historia cristiana, esta oración ha llegado hasta nosotros en toda su prístina pureza.
La primera cosa que notamos es que la Oración se divide naturalmente en siete cláusulas. Esto es muy característico de la tradición oriental. El número siete simboliza la perfección del alma individual, así como el número doce simboliza la armonía de todos los miembros de un grupo. En el uso corriente encontramos muchas veces una octava cláusula añadida —"Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria"— pero aunque ésta, es una excelente afirmación, no es en verdad una parte de la Oración. Las siete cláusulas están unidas con el mayor cuidado, en perfecto orden y secuencia, y contienen todo lo que el alma necesita para su propia vida. Consideremos la primera cláusula.
El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com
JESUCRISTO es, sin duda, la figura más importante que jamás haya aparecido en la historia de la humanidad. Esto hemos de admitirlo; no importa cómo le consideremos. Ello es verdad así le llamemos Dios u hombre; y, si le consideramos hombre, ya le tengamos por el más grande Profeta y Maestro del mundo, o meramente como un bienintencionado fanático que, después de una efímera y tempestuosa vida pública, sufrió el dolor, la ruina y el fracaso.
EL SERMON DEL MONTE
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