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lunes, 23 de febrero de 2009

EL SERMÓN DEL MONTE - CAPITULO VI (INTERPRETACION)

No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietu­des; bástale a cada día su afán.
(Mateo VI, 34)


En la Oración Científica empleamos generalmen­te el tiempo presente. Todo el principio de la Oración Científica consiste en corregir y orientar la concien­cia, y eso tiene que hacerse en el presente. Así, cuan­do se nos presente un problema referente al futuro, por ejemplo, un examen que tendremos dentro de seis meses, o un viaje desagradable que tenemos que realizar la semana siguiente, es ahora cuando con­viene orar. No esperemos hasta el último momento. Trabajemos mentalmente ahora; esto es, trabajemos ahora en nuestra conciencia sobre el asunto, en el pre­sente. No proyectemos nuestro tratamiento espiritual hacia el futuro, porque de esa forma no se obtendrán los resultados esperados. El hecho, sin duda, concier­ne al porvenir, pero el acto de pensar en él ahora significa que ya está en nuestra conciencia; y por tra­tarse de un pensamiento actual, puede y debe ser tratado en tiempo presente. De la misma manera po­demos obrar respecto a los hechos pasados, y debe­mos hacerlo si aún nos inquietan, tratándolos como si fueran presentes, porque hoy es cuando persiste el pensamiento en nosotros. Tratemos todos los hechos, pasados y futuros, como si ocurriesen en el momen­to presente. No olvidemos que Dios está fuera de lo que llamamos tiempo y que, en consecuencia, la ac­ción benéfica de Su Santa Presencia es igualmente eficaz —ayer, hoy y mañana.
Recordemos que los únicos pensamientos que importan son los de hoy. Los pensamientos de ayer o del año pasado ya no nos interesan, porque si nues­tros pensamientos de hoy son justos, todo se encon­trará rectificado en este mismo momento. La mejor manera de prepararse para el mañana es hacer sere­nos y armoniosos los pensamientos de hoy. Todos los demás bienes vendrán en consecuencia.
Sería inútil profundizar en nuestra mente para bus­car obstáculos que pudiésemos erradicar. Tratemos fiel­mente los errores que nos llaman la atención y nos estaremos ocupando de todo lo que está escondido.
En el mismo espíritu, el Cristianismo Científico nos disuade de conceder demasiada atención a otro plano o a las condiciones de la vida después de la muerte. Tales preocupaciones no suelen ser sino una evasión de las realidades de esta vida y los proble­mas cotidianos que deben afrontarse y resolverse aquí y no evadirlos o, lo que es lo mismo, diferirlos en nuestro pensamiento.
Tenemos que hacer hincapié en la Vida, y no en la muerte, y centramos en hacer nuestra demostra­ción aquí y ahora.

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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