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COMO PROTEGER TU CASA CON JESUCRISTO

jueves, 19 de febrero de 2009

VENGA A NOSOTROS TU REINO...

VENGA A NOSOTROS TU REINO...

Hágase Tu voluntad como en el cielo así también en la Tierra.
El hombre como manifestación o expresión de Dios tiene un destino ilimitado. Su obra consiste en expresar en forma concreta y definida las ideas abs­tractas que Dios le proporciona, y para hacer esto necesita estar dotado de poder creador. Si el hombre careciese de este poder creativo, sería solamente una máquina, un autómata manejado por Dios. Pero el hombre no es un autómata; es una conciencia indivi­dualizada. Dios se individualiza en un número infi­nito de puntos focales de conciencia, cada uno dife­rente del otro; en consecuencia, cada uno de esos puntos está dotado de una capacidad distinta de per­cepción, de una manera individual de apreciar el uni­verso. Notemos cuidadosamente que la palabra "indi­viduo" significa "indiviso". La conciencia de cada ser es distinta de la de Dios y de la de los otros, y no obstante no pueden ser separadas. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo pueden dos cosas ser una sin ser idén­ticas? La respuesta es que ello no es posible en el plano material, que es limitado; pero sí en el reino del Espíritu, que es infinito. Con nuestra conciencia presente, limitada y tridimensional, no podemos ver esto; pero podemos comprenderlo intuitivamente a través de la oración.
Si Dios no se individualizara, no habría más que una experiencia; pero es lo cierto que existen tantos universos como individuos, quienes los conciben por el acto de pensarlos.
"Venga tu Reino" significa que es nuestro deber estar siempre ocupados en ayudar a establecer el Reino de Dios en la tierra, a manifestar en el plano terrestre cada vez más y más las ideas de Dios. Tal es nuestra misión aquí. El decir antiguo de que "Dios tiene un plan para cada hombre, y tiene uno para tí", es perfectamente correcto. Para cada uno de nosotros Dios tiene proyectos maravillosos; Él ha planeado una profesión espléndida, llena de interés, vida y ale­gría, para cada uno, y si nuestras vidas son insípidas, o limitadas, o mezquinas, no tiene Él la culpa, sino nosotros.
Si solamente descubrimos este plan que Él nos ha trazado individualmente, y lo llevamos a cabo, todas las puertas se abrirán ante nosotros; todos los obstá­culos en nuestro camino se desvanecerán; disfrutare­mos del éxito; no nos faltará el dinero que necesite­mos, y seremos gloriosamente felices.
Hay un verdadero lugar en la vida para cada uno de nosotros, que nos dará la seguridad y la felicidad completas, si sabemos hallarlo. Si no encontramos ese lugar, no conoceremos nunca la felicidad ni la seguridad, no importan todos los demás bienes que poseamos. Nuestro verdadero lugar es el único donde podemos poner de manifiesto el Reino de Dios, y decir con verdad, "Venga tu Reino".
Nosotros hemos visto cuán a menudo el hombre ejecuta su libre albedrío de una manera negativa. Se permite a sí mismo pensar erróneamente, con egoís­mo, y este pensar injusto le acarrea toda suerte de dificultades. En lugar de comprender que su función esencial es expresar a Dios, estar siempre ocupado en los asuntos de Dios, él trata de dedicarse a sus propios asuntos. Todos nuestros males se originan en esta insensatez. Abusamos de nuestro libre albedrío, tratando de obrar sin Dios; y las consecuencias natu­rales son todos los males, como la enfermedad, la pobreza, el pecado, las penas, y finalmente la muerte física. Ni por un instante debemos tratar de vivir para nosotros mismos, o hacer nuestros planes sin contar con Dios, o suponer que podemos ser felices o alcan­zar éxito en cualquier otro camino que no sea el de la Voluntad de Dios. Sea cual fuere nuestro deseo, tanto si concierne a nuestro trabajo diario, a nuestros deberes en el hogar, a nuestras relaciones con el pró­jimo, o a nuestros proyectos personales, si buscamos nuestro bienestar personal en vez de servir a Dios, estamos guardando para nosotros toda clase de obs­táculos, desilusiones e infelicidades, no obstante lo que las apariencias muestren en ese momento. Mien­tras que si nos disponemos a obrar conforme a lo que, mediante la oración, entendemos es Su Volun­tad, entonces nos estamos asegurando el éxito, la libertad, el gozo, por mucho sacrificio y autodiscipli­na que ello pueda requerir temporalmente.
Lo que nos trae cuenta es poner en armonía lo antes posible toda nuestra naturaleza con la Voluntad de Dios, manteniendo una constante comunión espi­ritual con El y observando una serena y continua vigilancia. "Nuestra voluntad es nuestra para hacerla Tuya."
"En Su Voluntad está nuestra paz", dijo Dante, y La Divina Comedia es en verdad un estudio de esta­dos fundamentales de la conciencia: el Infierno es la condición del alma que trata de vivir sin Dios; el Paraíso, el alma que ha llegado a la unidad concien­te con la Voluntad Divina; y el Purgatorio, el alma que lucha para pasar de un estado al otro. Fue este sublime conflicto del alma lo que arrancó del cora­zón del gran Agustín este grito: "Tú nos has hecho para Ti y nuestros corazones están inquietos hasta que no reposan en Ti."

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Por: Emmet Fox
alimentoparalamente@gmail.com

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