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jueves, 19 de febrero de 2009

Y NO NOS PONGAS EN LA TENTACIÓN, MAS LÍBRANOS DEL MAL...

Y NO NOS PONGAS EN LA TENTACIÓN, MAS LÍBRANOS DEL MAL...

Esta cláusula ha causado probablemente más controversias que ninguna otra parte de esta ora­ción. Para muchas personas sinceras ha sido un ver­dadero tropiezo. Creen ellos, y con razón, que Dios no podría conducir a nadie hacia tentación o mal de ninguna clase, por lo cual el sentido de tales palabras no suena sincero.
Por este motivo ha habido muchos intentos de modificar el contenido de esa frase, pensando que Jesús no ha podido decir lo que tales palabras supo­nen que dijo, y así se ha buscado cierta fraseología que viniera más en concordancia con el tono general de Su enseñanza. Heroicos esfuerzos se han hecho para variar el texto griego original; pero ha sido tiempo perdido. La cláusula tal como está, expresa a la perfección el contenido íntimo del mensaje. No olvidemos que el Padre Nuestro abarca todos los aspectos de la vida espiritual. Bajo su forma condensada constituye un manual completo para el desarro­llo del alma, y Jesús conocía bastante bien los peli­gros sutiles y las dificultades sin número que el alma encuentra en cuanto comienza a avanzar en el cami­no de la perfección. Como los que se hallan todavía en una etapa preliminar de ese desarrollo no encuentran tales dificultades, concluyen que esta cláusula es innecesaria; pero se equivocan.
Cuanto más meditamos, cuanto más tiempo dedi­camos a la oración, tanto más se aumenta nuestra sensibilidad. Y si consumimos un gran tiempo inda­gando acerca de las cuestiones que atañen a nuestra alma, nos tomaremos extraordinariamente sensitivos. Ello es excelente sin duda; pero como todo en este mundo, tiene sus peligros. Cuanto más lejos se llega en el camino de la vida espiritual, tanto más poder se gana en la oración; pero al mismo tiempo se hace uno más vulnerable a nuevas tentaciones que son desconocidas a los novicios. Se nota, además, que por faltas ordinarias, insignificantes a los ojos de la mayoría, uno es castigado severamente; pero esto es bueno, porque nos obliga a mantenemos en la línea recta, y en perenne vigilancia. Las transgresiones aparentemente menores, "los zorros pequeños que echan a perder nuestras viñas", malograrán todo nues­tro poder espiritual si no las atendemos prontamente.
Nadie que haya alcanzado este nivel espiritual será tentado a meter la mano en la bolsa ajena, ni a robar una casa, pero ello no implica que no tenga tentaciones, y las que se presenten serán cada vez más sutiles, y por lo tanto más difíciles de vencer.
A medida que avanzamos en el terreno espiritual, nuevas y poderosas tentaciones nos esperan en el camino, siempre listas a derrotamos si no estamos vigilantes —la tentación de luchar por la propia glo­ria en ensalzamiento en vez de por Dios; tentación de buscar honores y distinciones, y aun ventajas, materiales; tentación de permitir que las preferencias personales influyan en nuestros juicios cuando es un deber sagrado tratar a todos los hombres con perfec­ta imparcialidad—. Y más allá, y por encima de todos los pecados, está el pecado mortal del orgullo espiritual, "la suprema flaqueza de un corazón noble", que se embosca en este camino. Muchas almas ele­vadas que han pasado victoriosamente todas las otras pruebas, han caído en una condición de superioridad moral y propia justificación que ha venido a ser como una cortina de acero entre ellos y Dios. El mucho saber comporta mucha responsabilidad; y violar esa responsabilidad acarrea castigos terribles. Noblesse oblige es una verdad primordial en las cosas espirituales. El conocimiento que uno tiene de la verdad, por pequeño que sea, es un sagrado depó­sito que nunca debe ser profanado. Así como es cier­to que no debemos "arrojar nuestras perlas a los cer­dos", ni imponer por fuerza la verdad allí donde no quieren recibirla, no es menos cierto que debemos sabiamente diseminar el conocimiento de Dios entre la humanidad, a fin de que "ninguno de estos pequeñitos tenga hambre" a causa de nuestro egoísmo o indiferencia. "Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas".
Los viejos escritores místicos estaban tan cons­cientes de estos peligros que, con su don de alegoría, han representado al alma en el camino ascendente como un viajero detenido en cada vuelta y sometido a diversas pruebas antes de poder seguir. Si lograba pasar las pruebas satisfactoriamente, podía continuar adelante con la bendición de quien lo había desafia­do. Pero si, desafortunadamente, fallaba, se le nega­ba el paso.
Ocurre que algunas almas con escasa experiencia, ansiosas por un rápido progreso, desean imprudente­mente someterse a toda clase de pruebas, y aun se ponen a buscar dificultades que vencer, como si sus propios caracteres no les presentasen ya amplia oca­sión para ejercitarse. Olvidan la sabia réplica de nuestro Señor en el desierto: "No tentarás al Señor tu Dios", como está escrito, y los resultados de obrar en contra son siempre desastrosos. Es por eso que Jesús ha insertado esta cláusula, en la cual pedimos que se nos libre de todo aquello que sea demasiado para nosotros de acuerdo con nuestro nivel espiritual. Pero si somos sensatos orando diariamente por sabi­duría, inteligencia, pureza, y la guía del Espíritu Santo, jamás nos veremos en presencia de ninguna dificultad contra la cual no sean suficientes nuestros propios recursos para vencerla. "Ninguna plaga toca­rá tu morada." "He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo."

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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