CÓMO UN HOMBRE PIENSA
Vosotros sois la sal de la Tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone debajo de un celemín, sino sobre el candelera, para que alumbre a todos cuantos están en la casa.
Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras obras buenas, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
(MATEO V, 13-16)
En este maravilloso pasaje, Jesús se está dirigiendo a aquellos que han llegado a comprender la esclavitud de las cosas materiales y adquirido alguna comprensión de la naturaleza del Ser. Es decir, Él está hablando a quienes reconocen la Omnipotencia de Dios o del Bien, y la impotencia de lo malo en presencia de la Verdad. A tales personas las llama "la sal de la tierra y la luz del mundo"; y ello ciertamente no es ensalzar demasiado a los que comprenden la Verdad y la ponen de manifiesto en sus vidas personales. Es posible, y en efecto, es demasiado fácil, aceptar la verdad de estos principios fundamentales, proclamar su belleza, y sin embargo no ponerlos en práctica en la propia vida. Pero ésta es una actitud peligrosa, porque en tal caso la sal ha perdido su sabor y no es buena.
Si comprendemos y aceptamos lo que Jesús enseña; si nos esforzamos por realizarlo en cada fase de nuestra vida diaria; si tratamos sistemáticamente de destruir en nosotros mismos todo aquello que sabemos no debería estar ahí, es decir, el amor propio, el orgullo, la vanidad, la sensualidad, la presunción, el recelo, la conmiseración de nosotros mismos, incluyendo también aquí el resentimiento, la condenación, etcétera; si no alimentamos estos defectos cediendo a ellos, sino que los dejamos morir negándonos a que tomen expresión; si cultivamos con toda lealtad un recto pensar hacia todas las personas o cosas a nuestro alcance, y especialmente a las personas que no nos son simpáticas y a las cosas que no nos gustan, es entonces cuando somos dignos de ser llamados "la sal de la Tierra".
Si verdaderamente vivimos esta vida, las circunstancias que nos rodean actualmente carecen de toda importancia; cualesquiera que sean las dificultades con que tengamos que luchar, serán superadas, y la verdad de nuestra doctrina tendrá su demostración. Y no solamente haremos esta demostración en el más breve tiempo posible, sino que seremos capaces, positiva y literalmente, de ejercer una influencia luminosa y sanadora a nuestro alrededor, y ser bendición para toda la humanidad. Es más, haremos bien a hombres y mujeres en lugares y tiempos remotos, a personas que jamás han oído ni oirán hablar de nosotros, seremos así la luz del mundo, por sorprendente y maravilloso que parezca.
El estado de nuestra alma se manifiesta a través de las condiciones exteriores de nuestra vida material, y en la influencia intangible que irradiamos. Hay una Ley Cósmica: que nada puede negar permanentemente su propia naturaleza.
Emerson dijo: "Lo que eres grita con una voz tan alta que no puedo oír lo que estás diciendo." En la Biblia la palabra "ciudad" simboliza siempre la conciencia, y la palabra "montaña" simboliza la oración o actividad espiritual. "Alzo mis ojos a los montes, de donde ha de venir mi socorro" (salmos 121,1). "Si Yahvé no guarda la ciudad, en vano vigilan sus centinelas" (salmos 127, 1.)
El alma que va desarrollándose y que se construye en la oración no se puede esconder, brilla esplendorosamente a través de la vida que vive. Habla de por sí, pero en un silencio profundo, y cumple sus mejores obras inconscientemente. Su sola presencia sana y bendice sin esfuerzos todo lo que la rodea.
Nunca debemos tratar de imponer a otros la Verdad Espiritual. Más bien, vivamos de tal manera que se queden tan impresionados por nuestra conducta, por la paz y felicidad que nos iluminan el semblante, que acudan espontáneamente a pedimos que repartamos con ellos la cosa maravillosa que poseemos. El alma que vive así habita en la Ciudad de Oro, la Ciudad de Dios. Esto es lo que significa así ha de lucir vuestra luz para gloria de nuestro Padre que está en los cielos. (mt. 5.16)
El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com
JESUCRISTO es, sin duda, la figura más importante que jamás haya aparecido en la historia de la humanidad. Esto hemos de admitirlo; no importa cómo le consideremos. Ello es verdad así le llamemos Dios u hombre; y, si le consideramos hombre, ya le tengamos por el más grande Profeta y Maestro del mundo, o meramente como un bienintencionado fanático que, después de una efímera y tempestuosa vida pública, sufrió el dolor, la ruina y el fracaso.
EL SERMON DEL MONTE
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