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COMO PROTEGER TU CASA CON JESUCRISTO

lunes, 23 de febrero de 2009

EL SERMÓN DEL MONTE - CAPITULO VI (INTERPRETACION)

No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban.
Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la poli­lla ni el orín los corroen, y donde los ladrones no horadan ni roban. Donde está tu tesoro, allí esta­rá tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo: sí, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará lumino­so; pero si tu ojo estuviese enfermo, todo tu cuer­po será tenebroso, pues si la luz que hay en ti es tinieblas ¡qué tales serán las tinieblas!
(Mateo V, 19-23)


Habiéndose extendido acerca de la naturaleza del Lugar Secreto, y habiéndonos dado la Oración Mo­delo, o Realización Divina como la Llave de la Vida, Jesús sigue llamando la atención sobre ciertas conse­cuencias que seguirán, a fin de mostramos que debe­mos conformar lo antes posible nuestra existencia a este principio fundamental. Por ejemplo, una vez que comprendamos que todo lo existente en el plano ma­terial no es más que la exteriorización de nuestros pensamientos, podemos hacemos cargo de lo necio que resulta acumular o tratar de acumular riquezas o bienes materiales de cualquier clase. Si nuestra con­ciencia está en rectitud, esto es, si comprendemos que Dios es Amor, que es la fuente dispensadora de todo bien, siempre estaremos en aptitud de lograr to­do aquello que necesitemos, bien sea dinero o cual­quier otra cosa, dondequiera que estemos y en cualquier circunstancia que nos encontremos. Nada nos llegará a hacer falta cuando comprendamos que para el Es­píritu Divino demandar y obtener son la misma cosa. A la inversa, mientras no comprendamos esto, siem­pre estaremos expuestos a la pobreza o a cualquier necesidad. Podemos, ciertamente, llegar a poseer grandes caudales de riqueza, acciones, bonos, casas, tierras pero, a menos que tengamos una comprensión espiritual de la propiedad, estos tesoros, tarde o tem­prano, adquirirán alas, y volarán. En verdad, no hay otro camino para alcanzar seguridad que el de la comprensión espiritual.
Los bancos más seguros hacen bancarrota; la Bolsa está expuesta a catástrofes imprevistas; las mi­nas y los pozos de petróleo pueden ser destruidos por un cataclismo natural; una nueva invención puede arruinar a una vieja; el abrir o cerrar una estación de ferrocarril o el iniciar una nueva empresa en otro lugar puede comprometer el valor de nuestras tierras, sin hablar del efecto que sobre toda clase de propie­dad causan los trastornos inesperados que se produ­cen en el mundo político. En pocas palabras, es mal­gastar el tiempo dirigir demasiado nuestro interés hacia la acumulación de bienes materiales, que son vulnerables a los cambios y venturas.
Si dedicásemos a la meditación y a la Oración Científica una pequeña parte del tiempo y de la aten­ción que empleamos en perseguir los bienes del mundo, el cambio de conciencia resultante nos pon­dría a salvo de la pobreza y la adversidad.
Si tuviésemos suficiente comprensión espiritual de las leyes que rigen el aprovisionamiento de cada uno, es probable que nuestras inversiones no fracasa­rían; y en caso de que salieran mal, las pérdidas se sustituirían inmediatamente, antes de que sufriése­mos por ellas. En todo caso, el que tiene su mente puesta en un sentido de prosperidad, no puede empo­brecerse; ni puede alcanzar bienestar material el que mantiene en la mente la idea de la pobreza.
A la larga, nadie puede conservar lo que no le per­tenece por derecho de conciencia; ni tampoco puede perderlo aquél que lo tiene por el mismo derecho.
Por lo tanto, haremos bien en no fundar nuestra paz sobre tesoros terrenales, sino más bien sobre riquezas en los cielos, lo cual es la comprensión de la Ley Espiritual. Si concentramos nuestra felicidad en las cosas materiales, transitorias y mudables, no es a Dios a quien ponemos en el primer lugar de prioridad. Si El ocupa el primer plano de nuestra vi­da, nada nos causará inquietud ni ansiedad.
Ahondando con más detalle en el mismo tema, Jesús nos dice que aquellos que establecen su vida sobre esta nueva base estarán libres de las pequeñas inquietudes y afanes del vivir diario, que continúan incomodando a los demás. Cuestiones de dieta, por ejemplo, se arreglarán por sí solas si pensamos correctamente. El que ha orientado su vida por este nuevo rumbo no tiene que preocuparse por todo lo que come, convirtiendo así la función del comer en una carga penosa. Come natural y espontáneamente el alimento ordinario que se presenta, sabiendo que la buena dirección de sus pensamientos habituales hará asimilable lo que come. Si realiza las oraciones de cada día con sabiduría y dirección comerá menos, es decir, la cantidad de alimento naturalmente requerida.
El mismo principio es aplicable a todos los deta­lles de la vida cotidiana. Si oramos cada día de ma­nera conveniente, encontraremos que las cosas secun­darias de la vida se arreglan por sí mismas, sin nece­sidad de esfuerzo alguno por nuestra parte. Fijémo­nos en el contraste entre esto y el método usual de ordenar las cosas por separado, es decir, organizando mil y un detalles pequeños, y apreciaremos cuán maravillosamente nos libera la nueva base espiritual. Si, pues, tu ojo estuviese sano, todo tu cuerpo estará luminoso. He aquí la expresión absoluta de la Ver­dad. En efecto, si el ojo está sano, todo el cuerpo de la experiencia estará lleno de luz.
El ojo simboliza la percepción espiritual. Aquello en que ponemos nuestra atención, es la cosa que gobierna nuestra vida. La atención es de importancia capital. Nuestro libre albedrío reside en la orienta­ción de nuestra atención. Aquello que capta nuestra atención con insistencia entrará en nuestra vida para dominarla. Si no nos fijamos en ninguna cosa en par­ticular —y esto ocurre muy a menudo— entonces nada en particular nos acontecerá en la vida excepto la duda y la incertidumbre; iremos vagando a la ven­tura. Si nos fijamos en el mundo exterior, el cual por su naturaleza es variable y está sujeto a cambios, infaliblemente tendremos que sufrir la infelicidad, la pobreza y una salud deficiente. Por otra parte, si diri­gimos nuestra atención hacia Dios, si la cosa que más nos importa es Su Gloria y la norma de nuestra vida es expresar Su voluntad, entonces nuestro ojo será sano, y nuestro cuerpo y nuestra existencia toda serán luminosos.

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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