No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban.
Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen, y donde los ladrones no horadan ni roban. Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo: sí, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo estuviese enfermo, todo tu cuerpo será tenebroso, pues si la luz que hay en ti es tinieblas ¡qué tales serán las tinieblas!
(Mateo V, 19-23)
Habiéndose extendido acerca de la naturaleza del Lugar Secreto, y habiéndonos dado la Oración Modelo, o Realización Divina como la Llave de la Vida, Jesús sigue llamando la atención sobre ciertas consecuencias que seguirán, a fin de mostramos que debemos conformar lo antes posible nuestra existencia a este principio fundamental. Por ejemplo, una vez que comprendamos que todo lo existente en el plano material no es más que la exteriorización de nuestros pensamientos, podemos hacemos cargo de lo necio que resulta acumular o tratar de acumular riquezas o bienes materiales de cualquier clase. Si nuestra conciencia está en rectitud, esto es, si comprendemos que Dios es Amor, que es la fuente dispensadora de todo bien, siempre estaremos en aptitud de lograr todo aquello que necesitemos, bien sea dinero o cualquier otra cosa, dondequiera que estemos y en cualquier circunstancia que nos encontremos. Nada nos llegará a hacer falta cuando comprendamos que para el Espíritu Divino demandar y obtener son la misma cosa. A la inversa, mientras no comprendamos esto, siempre estaremos expuestos a la pobreza o a cualquier necesidad. Podemos, ciertamente, llegar a poseer grandes caudales de riqueza, acciones, bonos, casas, tierras pero, a menos que tengamos una comprensión espiritual de la propiedad, estos tesoros, tarde o temprano, adquirirán alas, y volarán. En verdad, no hay otro camino para alcanzar seguridad que el de la comprensión espiritual.
Los bancos más seguros hacen bancarrota; la Bolsa está expuesta a catástrofes imprevistas; las minas y los pozos de petróleo pueden ser destruidos por un cataclismo natural; una nueva invención puede arruinar a una vieja; el abrir o cerrar una estación de ferrocarril o el iniciar una nueva empresa en otro lugar puede comprometer el valor de nuestras tierras, sin hablar del efecto que sobre toda clase de propiedad causan los trastornos inesperados que se producen en el mundo político. En pocas palabras, es malgastar el tiempo dirigir demasiado nuestro interés hacia la acumulación de bienes materiales, que son vulnerables a los cambios y venturas.
Si dedicásemos a la meditación y a la Oración Científica una pequeña parte del tiempo y de la atención que empleamos en perseguir los bienes del mundo, el cambio de conciencia resultante nos pondría a salvo de la pobreza y la adversidad.
Si tuviésemos suficiente comprensión espiritual de las leyes que rigen el aprovisionamiento de cada uno, es probable que nuestras inversiones no fracasarían; y en caso de que salieran mal, las pérdidas se sustituirían inmediatamente, antes de que sufriésemos por ellas. En todo caso, el que tiene su mente puesta en un sentido de prosperidad, no puede empobrecerse; ni puede alcanzar bienestar material el que mantiene en la mente la idea de la pobreza.
A la larga, nadie puede conservar lo que no le pertenece por derecho de conciencia; ni tampoco puede perderlo aquél que lo tiene por el mismo derecho.
Por lo tanto, haremos bien en no fundar nuestra paz sobre tesoros terrenales, sino más bien sobre riquezas en los cielos, lo cual es la comprensión de la Ley Espiritual. Si concentramos nuestra felicidad en las cosas materiales, transitorias y mudables, no es a Dios a quien ponemos en el primer lugar de prioridad. Si El ocupa el primer plano de nuestra vida, nada nos causará inquietud ni ansiedad.
Ahondando con más detalle en el mismo tema, Jesús nos dice que aquellos que establecen su vida sobre esta nueva base estarán libres de las pequeñas inquietudes y afanes del vivir diario, que continúan incomodando a los demás. Cuestiones de dieta, por ejemplo, se arreglarán por sí solas si pensamos correctamente. El que ha orientado su vida por este nuevo rumbo no tiene que preocuparse por todo lo que come, convirtiendo así la función del comer en una carga penosa. Come natural y espontáneamente el alimento ordinario que se presenta, sabiendo que la buena dirección de sus pensamientos habituales hará asimilable lo que come. Si realiza las oraciones de cada día con sabiduría y dirección comerá menos, es decir, la cantidad de alimento naturalmente requerida.
El mismo principio es aplicable a todos los detalles de la vida cotidiana. Si oramos cada día de manera conveniente, encontraremos que las cosas secundarias de la vida se arreglan por sí mismas, sin necesidad de esfuerzo alguno por nuestra parte. Fijémonos en el contraste entre esto y el método usual de ordenar las cosas por separado, es decir, organizando mil y un detalles pequeños, y apreciaremos cuán maravillosamente nos libera la nueva base espiritual. Si, pues, tu ojo estuviese sano, todo tu cuerpo estará luminoso. He aquí la expresión absoluta de la Verdad. En efecto, si el ojo está sano, todo el cuerpo de la experiencia estará lleno de luz.
El ojo simboliza la percepción espiritual. Aquello en que ponemos nuestra atención, es la cosa que gobierna nuestra vida. La atención es de importancia capital. Nuestro libre albedrío reside en la orientación de nuestra atención. Aquello que capta nuestra atención con insistencia entrará en nuestra vida para dominarla. Si no nos fijamos en ninguna cosa en particular —y esto ocurre muy a menudo— entonces nada en particular nos acontecerá en la vida excepto la duda y la incertidumbre; iremos vagando a la ventura. Si nos fijamos en el mundo exterior, el cual por su naturaleza es variable y está sujeto a cambios, infaliblemente tendremos que sufrir la infelicidad, la pobreza y una salud deficiente. Por otra parte, si dirigimos nuestra atención hacia Dios, si la cosa que más nos importa es Su Gloria y la norma de nuestra vida es expresar Su voluntad, entonces nuestro ojo será sano, y nuestro cuerpo y nuestra existencia toda serán luminosos.
El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com
JESUCRISTO es, sin duda, la figura más importante que jamás haya aparecido en la historia de la humanidad. Esto hemos de admitirlo; no importa cómo le consideremos. Ello es verdad así le llamemos Dios u hombre; y, si le consideramos hombre, ya le tengamos por el más grande Profeta y Maestro del mundo, o meramente como un bienintencionado fanático que, después de una efímera y tempestuosa vida pública, sufrió el dolor, la ruina y el fracaso.
EL SERMON DEL MONTE
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