También se ha dicho dicho: El que repudiare a su mujer, déle libelo de repudio.
Pero yo os digo que quien repudie a su mujer —excepto el caso de fornicación— la expone al adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
(Mateo, V 31-32)
En el tiempo en que Jesús enseñó, la ley hebraica concedía el divorcio por razones insignificantes. Los casados que no vivían armoniosamente estaban dispuestos a huir del problema obteniendo una disolución y probando fortuna con otra persona. Pero ninguna felicidad permanente puede ser obtenida de este modo. Mientras huyamos de un problema lo continuaremos encontrando bajo una nueva apariencia a cada vuelta del camino. La solución científica es hacer frente a la dificultad allí donde aparece, mediante la acción espiritual o la Oración Científica. Esto se aplica a los problemas matrimoniales tanto como a los otros, si no más aún. Como nadie es perfecto, y tanto el querellante como el delincuente tienen cada uno sus faltas, ambos deberían esforzarse, si es posible, para restablecer la armonía. Si el que se cree ofendido hace cuanto sea posible para ver en el otro la Verdad Espiritual, es casi seguro que resultará una solución feliz.
Yo podría citar varios ejemplos. Una mujer que había adoptado esa actitud mental hacia su marido, dijo después de algunos meses: "El hombre del que me iba a divorciar ha desaparecido; y el hombre con el que me casé ha vuelto. Ahora volvemos a ser completamente felices."
Si una persona cambia de una vocación a otra, o de un modo de vida a otro sin efectuar un cambio en sí misma, cada vez se encontrará más o menos en las mismas condiciones. De la misma manera, los que se divorcian fácilmente volviendo a casarse de nuevo, acaban siempre tan descontentos como empezaron. Los problemas matrimoniales, como cualquier otra clase de dificultades, deben resolverse cuando se presentan por medio de la Oración Científica.
Sin embargo, lo que un hombre o una mujer pueden soportar en el matrimonio tiene su límite, y en casos excepcionales la disolución es el mal menor;
pero sólo debe recurrirse a ésta en último extremo. Sabemos que Jesús se abstuvo siempre de formular reglas a cal y canto para los detalles de nuestra conducta, persuadido de que, si obedecemos sus principios, nuestros actos se producirán en consecuencia; y podemos estar seguros de que con su manera eminentemente realista y práctica de afrontar los problemas humanos. Él habría encontrado en cada caso particular la solución sabia y misericordiosa. Fue así como, a pesar de las Escrituras, Él perdonó a la mujer adúltera y la despidió en paz, no obstante que, según la Ley de Moisés todavía vigente en aquel tiempo, ella debería haber sido apedreada. Todos aquellos que estén en duda acerca de cómo actuar en una situación como ésta, cualesquiera que fueren las circunstancias, tienen a mano un sencillo recurso —la Oración Científica—. Deberán afirmar mentalmente que la Sabiduría Divina los está iluminando y dirigiendo en sus acciones, y evitar los pasos definitivos hasta haber encontrado en la propia conciencia la guía precisa.
Esta misma regla sirve para todas las situaciones de la vida. No acudamos precipitadamente al divorcio, o tratemos enseguida de amputar lo malo; dejemos más bien que la dificultad vaya disolviéndose hasta que desaparezca por completo en nuestra acción espiritual. Así lo hizo la mujer que dijo que el hombre con quien se casó había vuelto; y consideró que su demostración era perfecta.
El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
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JESUCRISTO es, sin duda, la figura más importante que jamás haya aparecido en la historia de la humanidad. Esto hemos de admitirlo; no importa cómo le consideremos. Ello es verdad así le llamemos Dios u hombre; y, si le consideramos hombre, ya le tengamos por el más grande Profeta y Maestro del mundo, o meramente como un bienintencionado fanático que, después de una efímera y tempestuosa vida pública, sufrió el dolor, la ruina y el fracaso.
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