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miércoles, 25 de febrero de 2009

¿QUÉ ENSEÑÓ JESÚS?

EL SERMÓN DEL MONTE - LA LLAVE PARA TRIUNFAR EN LA VIDA.
EMMET FOX

¿QUÉ ENSEÑÓ JESÚS?


JESUCRISTO es, sin duda, la figura más impor­tante que jamás haya aparecido en la historia de la humanidad. Esto hemos de admitirlo; no importa cómo le consideremos. Ello es verdad así le llame­mos Dios u hombre; y, si le consideramos hombre, ya le tengamos por el más grande Profeta y Maestro del mundo, o meramente como un bienintencionado fanático que, después de una efímera y tempestuosa vida pública, sufrió el dolor, la ruina y el fracaso. Sea cual sea nuestra interpretación, quedará el hecho incontrovertible de que su vida y su muerte, así como las enseñanzas que se le atribuyen, han influi­do en el curso de la historia más que las de cualquier otro hombre que jamás haya vivido. Mucho más, incluso, de lo que lo hicieron Alejandro, o César, o Carlomagno, o Napoleón, o Washington. Son muchas las personas influenciadas por sus doctrinas, o al menos, por las que se le atribuyen; se escriben, leen y compran multitud de libros acerca de Él; se pro­nuncian más discursos (o sermones) sobre su persona que sobre todos los nombres mencionados juntos.
Él ha sido la inspiración religiosa de toda la raza europea durante los dos milenios en que ésta ha dominado y moldeado los destinos del mundo entero —tanto cultural, como social, como políticamente—, y durante el período en que toda la superficie terres­tre fue por fin descubierta y ocupada y sus rasgos salientes trazados por la civilización.
Estos hechos lo colocan a El en el primer lugar de la importancia mundial.
No hay, por lo tanto, empresa más elevada que la de inquirir e investigar acerca de Sus ideales.
¿Qué enseñó Jesús? ¿Qué quiso verdaderamente que creyésemos e hiciésemos? ¿Cuáles fueron los fines que albergaba en su corazón? Y, ¿hasta qué punto logró cumplir estos fines con Su vida y con Su muerte? ¿Hasta qué punto ha expresado o representa­do Sus ideas el movimiento llamado cristianismo, tal como ha existido durante los últimos diecinueve siglos? ¿Qué alcance tiene el mensaje que el cristia­nismo de hoy presenta al mundo? Si Él volviese ahora, ¿qué diría, en general, de las naciones que se llaman cristianas, y en particular de las iglesias cris­tianas, de los adventistas del Séptimo Día, de los anglicanos, los bautistas, los católicos, los cuáqueros, los griegos ortodoxos, los metodistas, los presbiteria­nos, los salvacionistas o los unitarios? ¿Qué fue lo que enseñó Jesús?
Éstas son las preguntas que tengo intención de responder en este libro. Me propongo demostrar que el mensaje que nos trajo Jesús tiene un valor único porque es la Verdad, la única explicación perfecta de la naturaleza de Dios y del hombre, de la vida y del mundo, así como de la interdependencia que existe entre ellos. Y lo que es más, encontraremos que Su enseñanza no es una mera apreciación abstracta del universo, lo cual sólo tendría un interés académico, sino que constituye un método práctico para el desa­rrollo del alma, un método que nos sirve para refor­mar nuestra vida y nuestro destino, de manera que podamos hacer de ellos lo que queramos.
Jesús nos explica lo que es la naturaleza de Dios y lo que es nuestra propia naturaleza; nos habla del significado de la vida y de la muerte; nos enseña por qué cometemos errores; por qué caemos en la tenta­ción; por qué enfermamos y nos empobrecemos, por qué nos hacemos viejos; y, lo que es más importante, nos dice cómo pueden ser vencidos todos estos males, y cómo podemos traer salud, felicidad, y prosperidad verdadera a nuestras vidas y a la vida de los que nos rodean, si ellos lo desean realmente.
Lo primero que tenemos que comprender es un hecho de importancia fundamental, porque significa romper con los puntos de vista ordinarios de la orto­doxia. La verdad es que Jesús no enseñó teología alguna. Su enseñanza es enteramente espiritual o metafísica. El cristianismo histórico, desafortunada­mente, ha puesto su mayor atención en las cuestiones teológicas y doctrinales, las que, por extraño que parezca, no tienen nada que ver con la enseñanza evangélica en sí. Mucha gente sencilla se sorprende­rá al comprobar que todas las doctrinas y teologías de las iglesias son invenciones humanas, nacidas en la mente de sus autores e impuestas a la Biblia desde fuera. Pero es así. No hay absolutamente ningún sis­tema teológico o doctrinal que pueda ser hallado en la Biblia; sencillamente ninguno. Personas honradas que sintieron la necesidad de obtener cierta explica­ción intelectual de la vida, creyendo también que la Biblia era una revelación de Dios al hombre, llega­ron a la conclusión de que una debía encontrarse dentro de la otra, y luego, más o menos inconscien­temente, se pusieron a crear aquello que querían encontrar. Pero les faltaba la llave espiritual y meta­física. No estaban afirmados sobre lo que podemos llamar Base Espiritual, y en consecuencia buscaron una explicación de la vida puramente intelectual o tridimensional, y es imposible explicar la existencia con semejante criterio.
La explicación verdadera de la vida del hombre descansa en el hecho de su entidad esencialmente espi­ritual y eterna, y en que este mundo, y la vida que intelectualmente conocemos, no son más que lo que mues­tra un corte en sección de la verdad completa acerca de él. Y un corte en sección de cualquier cosa —sea una máquina o un caballo— no puede damos ni tan siquie­ra una explicación parcial de lo que es el todo.
Mirando a un rinconcito del universo —y eso con ojos entreabiertos— y colocándose en un plano exclusivamente antropocéntrico y geocéntrico, los hombres han creado absurdas y horribles fábulas acerca de un Dios limitado y semejante al hombre, que rige su universo tal como un reyezuelo oriental, más bien ignorante y bárbaro, que manejara los asun­tos de su pequeño reino. A este ser así creado se le atribuyen toda suerte de flaquezas humanas, tales como la vanidad, la inconstancia, y el rencor. Luego surgió una leyenda forzada e inconsecuente acerca del pecado original, la expiación por la sangre, el cas­tigo infinito por transgresiones finitas, y, en ciertos casos, se añadió una doctrina increíblemente horrible de la predestinación al tormento eterno o a la felici­dad eterna. La Biblia no enseña ninguna teoría seme­jante. Y si estuviera en los objetivos de la Biblia sos­tener tal cosa, ello aparecería claramente expuesto en algún capítulo u otro, pero no es así.

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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