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miércoles, 25 de febrero de 2009

LOS MILAGROS

LOS MILAGROS

Pero los milagros sí ocurrieron. Todos los hechos que los cuatro Evangelios relatan de Jesús sucedie­ron, y muchos más. "Muchas otras cosas hizo Jesús, que si se escribiesen una por una, creo que este mundo no podría contener los libros" (jn. 21:25). Jesús mismo justificó con sus obras lo que la gente estimó ser una extraña y maravillosa enseñanza; pero Él fue aún más lejos y dijo refiriéndose a aquellos que estudian y practican sus enseñanzas: "Las cosas que hago las haréis, y muchas más aún."
Después de todo, ¿qué es un milagro? Los que niegan la posibilidad de los milagros apoyándose en el argumento de que el universo es un sistema de leyes que funcionan perfectamente sin que quepa el más mínimo fallo, están en lo cierto. Pero olvidan que el mundo que conocemos a través de los cinco sentidos, y cuyas leyes son las únicas conocidas por la mayoría de los hombres, no es más que un peque­ñísimo fragmento de todo el universo existente en la realidad, y que cada ley está subordinada a otra supe­rior en un sentido de menor a mayor. Ahora bien, el recurrir de una ley inferior a otra superior no es real­mente quebrantar la ley, porque la posibilidad de tal cosa cabe dentro de la constitución suprema del uni­verso. Por eso, en el sentido correcto de lo que la violación de una ley implica, los milagros no son posibles. Empero en el sentido de que todas las leyes ordinarias y las limitaciones corrientes de lo físico pueden ser abrogadas y contrarrestadas por algo más alto que las comprenda, los milagros, en el sentido coloquial de la palabra, no solamente son posibles sino que pueden ocurrir y ocurren.
Supongamos, por ejemplo, que un lunes nuestros asuntos se encuentran en tal condición que, humana­mente hablando, es seguro que antes que la semana termine se producirán determinados cambios. Puede tratarse de cuestiones legales, acaso alguna dura re­solución judicial o problemas físicos en nuestra salud corporal. Puede que una alta autoridad médica haya decidido que es indispensable una operación muy delicada, o aún más, que estime su deber decir al paciente que no hay esperanzas de que recobre su salud. Ahora bien, si en presencia de tales condicio­nes el sujeto en cuestión pueden elevar su conciencia por encima de las limitaciones del plano físico —lo cual no es más que una enunciación científica de lo que hacemos cuando oramos— las condiciones de ese plano serán cambiadas, y de un modo del todo imprevisto e imposible normalmente, las trágicas consecuencias esperadas se desvanecerán. La senten­cia legal no se pronunciará, el paciente se recuperará en lugar de tener que sufrir la operación o de morir, y las cosas se arreglarán para el provecho de todos.
En otras palabras, los milagros, en el sentido corriente de la palabra, pueden suceder y, en efecto, suelen suceder como resultado de la oración. La ora­ción tiene realmente el poder de cambiar las cosas. Sí, gracias a la oración, las cosas pueden venir en forma muy diferente a como hubieran venido de no haberse orado. No importa cuál sea la dificultad que enfrentamos; no importan las causas que la hayan producido. Suficiente oración barrerá la dificultad; solamente debemos ser perseverantes en nuestra ape­lación a Dios.
La oración, sin embargo, es al mismo tiempo una ciencia y un arte; y fue a la enseñanza de esta cien­cia y de este arte que Jesús dedicó la mayor parte de su ministerio. Los milagros de los Evangelios suce­dieron porque Jesús tenía aquella comprensión espi­ritual que le daba un poder en la oración superior al que nadie había tenido jamás.
Encontramos otro intento de interpretar los Evan­gelios digno de tomarse en cuenta, que es el de Tolstoi. Éste trató de presentar El Sermón del Monte como una guía práctica de vida, tomando sus precep­tos literalmente y pasando por alto la interpretación espiritual de la cual no era consciente; asimismo hizo exclusión del Plano del Espíritu en el cual no creía. Aceptando de la Biblia sólo los cuatro Evangelios y suprimiendo de ellos los milagros, hizo un esfuerzo tan heroico como vano de armonizar cristianismo y materialismo, y, por supuesto, fracasó. Su verdadero lugar en la historia resulta así no el del fundador de un nuevo movimiento religioso, sino el del genio cuyo anarquismo práctico abrió el camino a la revo­lución bolchevique tal como Rousseau preparó el advenimiento de la Revolución Francesa.
Es la Clave Espiritual lo que revela el misterio del contenido de la Biblia en general, y de los Evangelios en particular. Es esa Clave o interpretación espiritual lo que nos explica los milagros, y nos muestra cómo Jesús los hizo para probamos que nosotros también podíamos hacerlos y libramos así del pecado, de la enfermedad y de las limitaciones. Con esa Clave podemos prescindir de las inspiraciones de la elo­cuencia, y deshacemos de interpretaciones de la Bi­blia literales y supersticiosas, y no obstante entender que es ella el más preciado y auténtico tesoro que posee la humanidad.

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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