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COMO PROTEGER TU CASA CON JESUCRISTO

domingo, 22 de febrero de 2009

EL SERMÓN DEL MONTE - CAPITULO VII (INTERPRETACION)

Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta, y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!
(Mateo VII, 13-14).


No hay más que un modo bajo el sol de conseguir la armonía, es decir, la salud, la prosperidad, la paz mental —la salvación, en el sentido verdadero de la palabra— y es operar un cambio radical y permanente en la conciencia. Éste es el único modo; no hay otro. Hace un sinnúmero de generaciones que la humanidad se esfuerza en lograr la felicidad de todos los otros modos posibles. Durante muchos siglos el hombre se ha propuesto proyectos para conseguir la felicidad haciendo varios cambios en sus condiciones externas. Pero mientras el hombre trate de modificar su universo concreto, mientras se dedique a cambiar lo que le rodea y las circunstancias externas, sin preo­cuparse de la calidad de sus pensamientos y del pro­greso de su alma, todos sus esfuerzos resultan vanos. Ahora podemos ver que, debido a la naturaleza de nuestro ser, no se puede conseguir un cambio verda­dero de las circunstancias exteriores de nuestra vida sino por la transformación de nuestra conciencia. Este cambio de la vida interior es la "puerta estre­cha" de la que habla Jesús, y según dice Él, pocos son los que la encuentran. Sin embargo, realmente el número aumenta de día en día, y según vayan pasan­do los años, aumentará cada vez más. Aunque es comparativamente pequeño, en tiempos de Jesús lo era aún mucho más.
A esta doctrina según la cual lo que pasa en nues­tra conciencia es lo que importa, porque nuestros conceptos son lo que vemos, Jesús la llama el Cami­no de la Vida; y El añade que todas las demás doc­trinas no son sino caminos anchos que conducen a la destrucción y a la decepción. ¿Por qué, entonces, está el hombre tan poco dispuesto, al parecer, a transformar su conciencia? ¿Por qué, según parece, prefiere probar cualquier otro método que se presen­te, por arduo o forzado que sea? A través de la histo­ria, se han probado todos los métodos imaginables para efectuar la salvación de la humanidad, y todos han fracasado, por supuesto; sabemos ahora por qué; sin embargo, el hombre raras veces elige la senda "estrecha", a menos que le obligue a ello, individual­mente, una fuerza irresistible.
La respuesta es que, como ya hemos visto, el cambio de conciencia es realmente muy duro, exige una vigilancia constante y el romper nuestros hábitos mentales, procedimiento penoso de sufrir durante un tiempo. El hombre es naturalmente perezoso; obe­dece a la ley del mínimo esfuerzo, y en esto, como en cosas de menos importancia, no va al fondo de las cosas a menos que se vea obligado a hacerlo.
El Camino de la Vida, la puerta estrecha, vale, sin embargo, infinitamente más de lo que cuesta. En este camino, las recompensas no son temporales, sino per­manentes; cada milla ganada es ganada por toda la eternidad. Se puede decir que el cambio de conciencia es, en efecto, todo lo que vale la pena conseguir. Una comparación de la vida diaria nos permite ilustrar esta idea. Supongamos que hemos quitado una mancha a una prenda de vestir; nos aprovecharemos de esa acción durante unos meses, mientras dure la prenda. Por otro lado, supongamos que, haciendo ejercicios, desarrollemos una función corporal, digamos la capa­cidad de los pulmones; ese mejoramiento nos durará todo el resto de la vida, cincuenta o sesenta años, tal vez. Es evidente que de la segunda acción hemos sa­cado más provecho que de la primera. En lo que toca al cambio cualitativo de conciencia que resulta de la oración o de la sanación espiritual, no solamente sen­timos los efectos de ese cambio en cada fase de la vida terrestre, sino que el cambio persistirá por toda la eternidad, porque no podemos perderlo nunca. Los ladrones no pueden "horadar y llevárselo".
En cuanto se obtenga la conciencia espiritual se encontrará que en verdad todas las cosas concurren para el bien de los que aman el Bien o a Dios. En­tonces experimentaremos la perfecta salud, la pros­peridad, la felicidad completa. Entonces nos sentire­mos tan bien de salud que el mero vivir será un pla­cer inexplicable; el cuerpo ya no será una carga penosa, como la que lleva tanta gente, sino que pare­cerá tener alas en los pies. La prosperidad será tal que ya no necesitaremos considerar la cuestión de dinero; tendremos bastante para llevar a cabo nues­tros planes. Nuestro mundo se llenará de personas simpáticas, deseosas de ayudamos todo lo posible. Nos ocuparemos en varias actividades tan útiles como agradables e interesantes. Todas nuestras ambi­ciones, todos nuestros talentos encontrarán una esfe­ra amplia de acción; y, en pocas palabras, adquirire­mos poco a poco esa "personalidad completamente integrada y expresada al máximo", con que suena la psicología moderna.
Aquellos a quienes el mensaje de Jesús no les haya revelado todavía su secreto no pueden ver en todo eso nada más que una bella visión, "demasiado hermosa para ser verdad", pero ésa es precisamente la esencia misma del mensaje de Cristo, que nada es demasiado hermoso para ser verdad, porque el Amor y el Poder de Dios son verdad. Es precisamente esta creencia de que la completa armonía es demasiado hermosa para ser verdad lo que nos impide conse­guirla. Nosotros, al ser seres mentales, hacemos las leyes bajo las cuales vivimos y tenemos que vivir bajo las leyes que hacemos.
Un error trágico, que cometen muchas personas que son religiosas de una manera ortodoxa, es asumir que la Voluntad de Dios para con ellas debe de ser alguna cosa poco interesante, poco atractiva, si no absolutamente desagradable.
Conscientemente o no, consideran a Dios como un maestro implacable, o como un padre puritano y austero. Muy a menudo sus oraciones parecen decir esto: "Dios, por favor, concédeme esa cosa buena que me hace tanta falta —pero no creo que quieras, porque no creerás que eso es bueno para mí." Inútil es añadir que una ora­ción de esa clase tiene la respuesta de todas las ora­ciones, según la fe del que ora; porque se recibe lo que se espera. La verdad es que la Voluntad de Dios para con nosotros significa siempre más libertad, una existencia más amplia, mejor salud, una prosperidad más segura, y más oportunidades para servir a otros, —una vida más abundante.
Si uno está enfermo o es pobre, o tiene que hacer un trabajo que no le gusta, si se siente solo o tiene que vivir con personas antipáticas, puede estar segu­ro de que no está expresando la Voluntad de Dios, y mientras no exprese la Voluntad de Dios, es natu­ral que experimente disarmonía; y es igualmente ver­dad que, cuando uno exprese la Voluntad Divina, la armonía se restablecerá.

El Sermón Del Monte - La Llave para Triunfar en la Vida.
Por: Emmet Fox
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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